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La erosión eólica, Un proceso que afecta al suelo y al ambiente

La erosión eólica es un proceso muy frecuente en suelos agrícolas, que se conoce desde hace milenios. Sin embargo, sus magnitudes y mecanismos de funcionamiento se han dilucidado hace relativamente poco tiempo. Además de afectar la calidad de los suelos, la erosión puede producir impactos, aún son poco conocidos. sobre el ecosistema. Esto sucede al emitirse material en suspensión a la atmósfera en forma de nubes de polvo, que pueden afectar, inclusive, a la salud humana. Este artículo describe, sucintamente, lo que se conoce y lo que falta aún por conocer sobre estos dos aspectos

Daniel E. Buschiazzo.                                                             

Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales (INCITAP, CONICET-UNLPampa). Santa Rosa, La Pampa

 

La erosión eólica, Un proceso que afecta al suelo y al ambiente

La erosión eólica es un proceso muy frecuente en suelos agrícolas, que se conoce desde hace milenios. Sin embargo, sus magnitudes y mecanismos de funcionamiento se han dilucidado hace relativamente poco tiempo. Además de afectar la calidad de los suelos, la erosión puede producir impactos, aún son poco conocidos. sobre el ecosistema. Esto sucede al emitirse material en suspensión a la atmósfera en forma de nubes de polvo, que pueden afectar, inclusive, a la salud humana. Este artículo describe, sucintamente, lo que se conoce y lo que falta aún por conocer sobre estos dos aspectos

Daniel E. Buschiazzo.                                                             

Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales (INCITAP, CONICET-UNLPampa). Santa Rosa, La Pampa

 

La erosión eólica es un proceso que todos conocemos y que es tan antiguo como el viento; tanto es así que el dicho popular dice que algo (o alguien) puede ser “más viejo que el viento”. Que los griegos hayan tenido entre sus dioses a Eolo, así lo demuestra.

Efectivamente, la erosión eólica nos es familiar, la presenciamos frecuentemente cuando se forman nubes de polvo y hasta en nuestros hogares, cuando éste se acumula sobre muebles y otros elementos; no obstante ser un proceso familiar para el hombre, los mecanismos de funcionamiento de la erosión eólica se han dilucidado hace relativamente poco.

 Su estudio se ha demorado mucho debido a la dificultad que implica cuantificar la cantidad de material sólido transportado por el aire; en esto, la erosión eólica se contrapone con la erosión hídrica, respecto de la relativa facilidad que existe para estudiar a esta última, ya que el transporte de materiales por el agua hacia porciones bajas de una cuenca y su posterior concentración, hace más fácil su medición y cuantificación.

La erosión eólica es uno de los procesos de degradación que más impacto negativo produce sobre los suelos agrícolas. Esto se debe a que el viento transporta sus materiales más finos, permaneciendo en el suelo los más gruesos, lo que cambia su textura tornándolo más arenoso. De esta manera se afecta, entre otras propiedades, su fertilidad al disminuir la capacidad para retener agua, la dotación de nutrientes esenciales para las plantas y en definitiva, su capacidad productiva.

Recuperar un suelo que ha cambiado su textura, que ha perdido gran cantidad de nutrientes y, aún más grave, que ha perdido espesor de su perfil, es técnicamente imposible; por todo esto, la erosión eólica se considera un proceso de degradación irreversible del suelo.

Los primeros estudios referidos a dilucidar los mecanismos de funcionamiento de la erosión eólica se iniciaron a fines de 1920 en túneles de viento. Estos estudios se iniciaron en EEUU gracias a las gestiones de Hugh Benett, quien hoy en día es considerado el “padre de la conservación del suelo”. En su memoria se conmemora, cada 7 de julio, día de su fallecimiento, el día de la conservación del suelo.

Recién a fines de la década de 1980 se logró desarrollar colectores que permitieron medir la erosión eólica en forma confiable y eficiente en campo.  A partir de ese momento fue posible llevar a cabo mediciones en condiciones reales, que mejoraron la información obtenida hasta ese momento con los túneles de viento.

Como consecuencia de esta mejora metodológica, desde la década de 1990, se desarrollaron estudios para cuantificar la erosión en muchas partes del mundo lo que permitió su comparación entre sí, en condiciones muy variadas de clima, tipos de suelo y cobertura vegetal (residuos, cultivos), etc.

Hoy en día se cuenta con información abundante acerca de las magnitudes de la erosión eólica en condiciones muy diversas, lo que ha posibilitado ajustar modelos predictivos de acuerdo con las condiciones locales, siendo esto, una herramienta indispensable para definir prácticas de manejo sostenible. Algunos resultados de estos estudios indican que, en casos extremos, la erosión puede alcanzar a algunos cientos de toneladas por hectárea/año, equivalentes a disminuciones del espesor del perfil de hasta algunos cm. También se ha podido demostrar que existen sistemas de manejo que permiten reducir esas elevadísimas cantidades a menos de 10 a 12 t/ha/año, considerados los valores máximos permisibles.

Los colectores desarrollados a fines de 1980 permitieron, también, recolectar el material erosionado y determinar su composición. De esta manera fue posible cuantificar las pérdidas de elementos nutrientes y calcular el impacto económico de la erosión. A grandes rasgos, esos resultados indican que el material erosionado se encuentra enriquecido en la mayoría de los elementos analizados, particularmente en nutrientes esenciales para las plantas, lo que indica que la erosión no sólo produce disminuciones de la masa total y el espesor del suelo, sino también un deterioro muy importante de su fertilidad.

Los primeros estudios que se desarrollaron en túneles de viento, permitieron comprobar que el viento transporta partículas de distinto tamaño y de distintas formas: las más gruesas (de diámetros aproximados mayores a 1mm), se movilizan rodando o reptando sobre la superficie del suelo (movimiento de rodadura), las de tamaño intermedio (aproximadamente entre 0,08 y 0,2 mm de diámetro) se movilizan “saltando” sobre la superficie del suelo (movimiento de saltación) y las más pequeñas son suspendidas en el aire (movimiento de suspensión).

Estos mecanismos de transporte hacen que las partículas, de acuerdo con su tamaño, sean movilizadas a distintas distancias desde el suelo erosionado: las más gruesas a algunas decenas de metros, las de tamaño intermedio a algunas centenas y las más pequeñas, a miles de km de distancia. Este último movimiento de material, en forma de nubes de polvo, puede alcanzar grandes magnitudes y alterar el ecosistema de diversas formas, inclusive afectando a la salud humana. Esto se debe a que estos materiales, por su pequeño tamaño, pueden mantenerse suspendidos en el aire por largo tiempo y de esta manera contaminar el aire, disminuyendo la visibilidad (lo que puede provocar accidentes de tránsito) o afectar las vías respiratorias de las personas.

 La calidad del aire es uno de los principales factores que hacen al bienestar de las personas. Es por eso que actualmente se desarrollan muchos estudios al respecto, principalmente en ambientes urbanos, en donde el tránsito vehicular, la actividad industrial o los sistemas de calefacción, entre otros, pueden ser factores de deterioro de la calidad del aire.

La concentración de las partículas más pequeñas, aquellas menores de 10 µm de diámetro, que reciben la denominación de PM10, son las que requieren especial atención, porque tienen la particularidad de no ser filtradas por el sistema respiratorio humano y alojarse en los alveolos pulmonares. Pueden, de esa manera, producir distintos efectos que van desde simples alergias a enfermedades pulmonares o coronarias.

Poca atención se ha dedicado a los posibles efectos que tendrían los procesos de erosión eólica de suelos agrícolas sobre la calidad del aire de ambientes urbanos de zonas donde este proceso es frecuente. De igual manera, no se conoce mucho acerca de la acumulación en el aire de productos derivados de la actividad agropecuaria como herbicidas, insecticidas o subproductos de fertilizantes, entre otros. Las primeras mediciones realizadas en el éjido urbano de Santa Rosa, La Pampa, como parte de las actividades de un proyecto de investigación que desarrolla el INCITAP, indican que las concentraciones de PM10 solamente superan niveles críticos en períodos secos y con velocidades de viento relativamente elevadas.

El origen del PM10 es la movilización de polvo desde calles no pavimentadas que circundan la ciudad, y no la erosión de suelos agrícolas vecinos. Por ende, la erosión de suelos no realizaría aportes relevantes de material de PM10 a la ciudad de Santa Rosa, aunque deberán incrementarse las mediciones en ésta y en otras zonas pobladas de la región semiárida del país.

 Indudablemente, el proceso de erosión eólica aun nos presenta desafíos, por un lado, es necesario profundizar el conocimiento de cómo funciona en diferentes suelos de Argentina y del mundo, en diferentes sistemas de producción, con distintos cultivos y usos del suelo. También es necesario desarrollar métodos para predecir sus magnitudes y poder utilizar esta información para desarrollar planes de ordenamiento territorial. De hecho, existen suelos en Argentina que, por su alta susceptibilidad a erosionarse, no deberían dedicarse a la agricultura, como sucede actualmente.

Las temáticas relacionadas con el impacto ambiental de la erosión son muy incipientes. Deberán incrementarse las mediciones de las emisiones de material ultrafino a la atmósfera, particularmente de las PM10 y de otras fracciones más finas, a fin de evaluar posibles impactos sobre la salud humana y en el ecosistema en general. La participación de estos procesos en el ciclado de nutrientes, particularmente del C en procesos de emisión de CO2 y secuestro por parte de los suelos, deberá profundizarse, considerando entre otras cosas sus efectos potenciales en el cambio climático.

La clásica erosión eólica aún requiere de nuestra atención!!!