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TRIGO: ASPECTOS PARA TENER EN CUENTA - con énfasis en el SUR DE SANTA FE

En la subregión triguera II norte, de la que forma parte el sur de la provincia de Santa Fe, el trigo es un importante cultivo necesario por sus aportes a la sustentabilidad de los sistemas de producción. En esta zona permite en forma muy ventajosa el doble cultivo con la soja, porque el cereal desocupa los lotes a fines de noviembre permitiendo la siembra de la oleaginosa en fecha adecuada.

En la actualidad existe una brecha muy importante entre los rendimientos posibles de obtener y los que se obtienen en la realidad. El artículo analiza los principales factores que contribuyen a la brecha y las prácticas más importantes para reducirla, entre las cuales se mencionan: aquellas que definen la estructura del cultivo (genotipos, fecha y densidad de siembra) y las que modifican el ambiente explorado (manejo de los nutrientes, protección de adversidades bióticas manejo del agua).

Los datos mencionados surgen de muchos años de experimentación en el campo experimental de la EEA INTA Oliveros y en campos de productores, en distintas localidades de esa zona.

Ing. Agr. M Sc. Julio Manuel Castellarín                                            

castellarinjm@gmail.com                                                          

TRIGO: ASPECTOS PARA TENER EN CUENTA - con énfasis en el SUR DE SANTA FE

En la subregión triguera II norte, de la que forma parte el sur de la provincia de Santa Fe, el trigo es un importante cultivo necesario por sus aportes a la sustentabilidad de los sistemas de producción. En esta zona permite en forma muy ventajosa el doble cultivo con la soja, porque el cereal desocupa los lotes a fines de noviembre permitiendo la siembra de la oleaginosa en fecha adecuada.

En la actualidad existe una brecha muy importante entre los rendimientos posibles de obtener y los que se obtienen en la realidad. El artículo analiza los principales factores que contribuyen a la brecha y las prácticas más importantes para reducirla, entre las cuales se mencionan: aquellas que definen la estructura del cultivo (genotipos, fecha y densidad de siembra) y las que modifican el ambiente explorado (manejo de los nutrientes, protección de adversidades bióticas manejo del agua).

Los datos mencionados surgen de muchos años de experimentación en el campo experimental de la EEA INTA Oliveros y en campos de productores, en distintas localidades de esa zona.

Ing. Agr. M Sc. Julio Manuel Castellarín                                            

castellarinjm@gmail.com                                                          

En el último quinquenio la Argentina duplicó su producción y triplicó sus exportaciones de trigo; en la campaña pasada (2019/20) con un área sembrada 6,8 M de ha se obtuvo una producción de 19,5 M t, con un rendimiento promedio de 30 qq. ha-1. En los últimos 30 años los rendimientos aumentaron a una tasa del 0,8% anual, siendo las variedades mejoradas el factor que más contribuyó al incremento del rendimiento, aproximadamente en más de un 50 %; el resto se atribuye a las tecnologías de manejo aplicadas y a la interacción genotipo – ambiente..

No obstante, la brecha entre los rendimientos obtenidos y los factibles de obtener es muy grande, con diferencias importantes según las distintas regiones trigueras. En el NOA es de un 50%, en la región Centro (S de Córdoba y Santa Fe; Norte de Buenos Aires) varía entre un 30-35% y en el SE de la provincia de Buenos Aires (subregión IV) de un 20%.

Específicamente para el Sur de Santa Fe, el rendimiento promedio obtenido con las tecnologías disponibles y ya en uso por los buenos productores, es del orden de 4.300 kg ha-1, mientras que el rendimiento promedio de la región está en el orden de los 3.500 kg ha-1. Si se tiene en cuenta que el rendimiento alcanzable combinando las mejores tecnologías de manejo e insumos y limitado solamente por déficit hídrico es de 5.900 kg ha-1, es posible pensar que se pueden mejorar sustancialmente los rendimientos promedios de esta zona.

Las decisiones de manejo más importante para reducir las brechas de rendimiento son de dos tipos:

  1. 1.      Aquellas que definen el tamaño y distribución espacial de la estructura del cultivo
    1. Elección del genotipo
      1. Fecha de siembra
      2. Densidad de siembra
      3. 2.      Las que modifican el ambiente explorado por el cultivo
      4. Manejo de los nutrientes (fuente, momento y dosis)
      5. Protección de los cultivos (malezas, enfermedades y plagas)
      6. Manejo del agua

Sin duda, las decisiones de manejo deben tratar de colocar el Periodo Crítico del cultivo en condiciones ambientales que maximicen el rendimiento con el mínimo impacto negativo en el ambiente. En trigo este periodo se ubica 20 días antes de antesis y los 10 días posteriores. Por este motivo se debe conocer las etapas de crecimiento y desarrollo del cultivo y de los componentes de rendimiento que se generan en cada una de ellas.

Frente a un estrés puntual el componente de rendimiento que más se afecta es el número de granos por unidad de superficie.

Con respecto a las variedades a utilizar, los ensayos comparativos de rendimiento (ECR) realizados durante 13 campañas consecutivas, muestran que las ciclo largo e intermedio, con un rendimiento promedio de 4.484 kg ha-1, tuvieron un mejor comportamiento que las de ciclo corto que alcanzaron 4.195 kg ha-1, con una diferencia de 289 kg ha-1.

Con respecto al periodo de siembra en el Sur de Santa Fe, se determinó que las siembras tempranas, de fines del mes de mayo - principios de junio, maximizan el rendimiento del cultivo, ya que ubicarían el periodo de antesis – inicio de formación del grano a una menor temperatura, incrementando el número de granos por área y el peso de estos. Los mayores pesos de granos se han obtenido con temperaturas durante la etapa de llenado de los granos, de entre 17 – 19 ºC,  y con una amplitud térmica no inferior a 12 -13 ºC.

Hay que tener en cuenta para la elección de la variedad, además del rendimiento, la calidad industrial del trigo según el uso de las harinas, estando las variedades comerciales tipificadas en tres Grupos de Calidad. Pero este es un carácter complejo, que no solo está condicionado genéticamente en su manifestación, sino también por factores ambientales como la temperatura y el manejo, especialmente la fertilización nitrogenada.

 Para establecer una adecuada densidad de siembra (pl m-2), hay que tener en cuenta que, para un excelente rendimiento, debemos lograr entre 500 – 600 espigas m-2. La cantidad de semillas a sembrar para alcanzar ese objetivo, además del poder germinativo, dependerá de la capacidad de macollaje, la que es dependiente de la variedad y de la fecha de siembra.

Los resultados obtenidos muestran que en fechas de siembra tempranas, de mayo hasta mediados de junio, se pueden obtener de 3 a 2,5 macollos fértiles por planta; en siembras intermedias de junio hasta mediados de julio entre 2 y 1,3 y desde fines de julio a agostos, de 1,2 a 1 macollos fértiles por planta. 

Un factor decisivo en el rendimiento del trigo es el barbecho previo a la siembra, tiempo en el cual el suelo debe permanecer con suficiente cobertura de rastrojos del cultivo anterior y libre de malezas. Es determinante la cantidad de agua que se puede almacenar para cubrir los déficits hídricos, muy comunes en la zona a principios de la primavera, cuando el cultivo comienza a incrementar el consumo de agua. 

Un suelo Argiudol típico serie Maciel hasta los 2 m de profundidad puede contener entre 280 a 300 mm de agua útil o disponible. Un consumo de agua frecuente en los cultivos de trigo del Sur de Santa Fe es entre 320 a 350 mm desde la siembra a madurez fisiológica (MF). Por ello es necesario determinar la lámina de agua disponible en el perfil del suelo, focalizando esta determinación en los primeros 40 cm de profundidad donde se desarrollan el 75% de las raíces. Conociendo la disponibilidad de agua, se puede estimar el rendimiento posible de alcanzar y con ello, definir con más precisión  algunas de las tecnologías a aplicar, en especial la fertilización.

Los sistemas de producción de trigos eficientes y efectivos requieren de una nutrición balanceada para maximizar la eficiencia del uso de los recursos e insumos. La aplicación de nutrientes (dosis, fuentes y momento) se debe realizar en función del análisis químico del suelo, principalmente tener en cuenta: % M.O.; NO3 (mg kg-1); SO4 (mg kg-1); P (mg kg-1); pH y relación C/N. 

La fertilización es una práctica de manejo que incrementa los rendimientos de trigo entre el 10 y 30% respecto a los cultivos sin fertilizar.

Para aquellos casos de estrategias de alta producción un nutriente que no debe faltar es el Zn, ya que es escaso en el 70% de los suelos de la región triguera. En el Sur de Santa Fe la aplicación foliar con Zn a macollaje, incrementó el rendimiento entre el 10 y 17% respecto al tratamiento con solamente NPS.

Es conocida la correlación negativa entre el rendimiento y el contenido de proteínas; sin embargo, hay numerosas evidencias que demuestran que con diferentes estrategias de manejo de la fertilización nitrogenada (dosis y momentos de aplicación) según condición ambiental y cultivar, se puede aumentar simultáneamente ambas variables.

En este sentido muchos experimentos han demostrado que, si el nivel de disponibilidad de N en el suelo es bajo el agregado de N incrementa el rendimiento, pero disminuye o no afecta los porcentajes de proteína en grano. Con disponibilidades medias de N, se aumentan simultáneamente los rendimientos y proteínas y con alta disponibilidad de N se registra aumentos en la concentración de proteínas.

Se determinó que la concentración de N en la hoja bandera en DC 65 (comienzo de antesis) es un buen indicador del contenido proteico de los granos. En este sentido el “medidor de clorofila” surge como una alternativa práctica no destructiva para la determinación rápida y sencilla del Índice de Verdor (IV), que relaciona el contenido de clorofila y de N en la hoja bandera (R2= 0,7 – 0,8). Este indicador permite estimar por anticipado los contenidos de proteína de los granos y así identificar situaciones de deficiencia de N y corregirlas con fertilizaciones orientadas al mejoramiento de la calidad del grano.

El trigo es uno de los cultivos que por su estructura y por la época en que se desarrolla, es “poco afectado” por la competencia de malezas. No obstante, se debe procurar que  no presente competencia por malezas en las etapas tempranas de crecimiento y desarrollo, por ejemplo, entre 5 – 7 hojas verdaderas (macollaje). En ese momento, en el ápice de crecimiento se define el estadio de espiguilla terminal (ET) donde la futura espiga ya terminó de generar la totalidad de sus estructuras, siendo especialmente sensible a cualquier estrés que podría limitaría el número de granos por unidad de superficie. El consejo es no sembrar con malezas vivas y aplicar herbicidas en época  temprana para controlar las malezas.

Otro aspecto para tener en cuenta es la sanidad, principalmente con respecto a las enfermedades foliares (royas, mancha amarilla y septoriosis de la hoja), cuyos efectos negativos, si bien muestran diferencias muy marcada entre años, es muy importante en la determinación del rendimiento, habiéndose evaluado pérdidas de hasta un 17% en la biomasa a madurez fisiológica y de un 19% en el peso de la espiga (< nº de granos y < peso de estos).

Para el caso de roya anaranjada se ha estimado, en el Sur de Santa Fe, una tasa promedio de pérdida de rendimiento de 71 – 78 kg ha-1 día-1 desde la aparición de la enfermedad, lo cual indica la conveniencia de un control temprano mediante la aplicación de fungicidas e implica la necesidad del monitoreo de los lotes para constatar el nivel de incidencia de la enfermedad. Muy importante asimismo es el uso de variedades de mejor comportamiento a las enfermedades.

Otra enfermedad por considerar es la fusariosis de la espiga (FET) cuya incidencia, si bien esporádica, fuertemente asociada a la ocurrencia de largos períodos de mojado desde antesis a grano lechoso–pastoso, es muy importante cuando se hace presente con pérdidas de rendimiento de hasta un 50%, más el deterioro en la calidad comercial, panadera e industrial. El INTA ha desarrollado un sistema de alarma que opera durante el periodo susceptible del cultivo a la FET (octubre – noviembre), que permite estimar la incidencia de esta enfermedad en base a las condiciones climáticas a la antesis del trigo que orientan al productor  a  la definición de estrategias de manejo y a la aplicación de tratamientos preventivos para controlarla.